Dejando aparte explotaciones antiguas, de valor anecdótico y , en todo acaso, ilocalizables o irreconocibles (así, por ejemplo, la de tierra alumbre en las cercanías de San Sebastián de Garabandal, al parecer empleada, a mediados del siglo XVIII, para obtener una suerte de tinta muy oscura, previa mezcla con agua de castañas), o también otras, modernas pero de escasa entidad (de cinc y plomo en Peñarrubia desde mediados del siglo XIX, de grafito en Los Tojos desde la segunda mitad de la misma centuria, de cinc en el tramo más bajo del Nansa desde comienzos del XX, etc.), lo esencial de a actividad minera del área del Ecomuseo, ahora enteramente inexistente, se concentró en el pasado en el aprovechamiento de los minerales complejos de cinc y plomo del macizo de La Florida (municipios de Valdáliga, Rionansa y Herrerías). Los restos heredados de esta actividad más que secular definen en la actualidad un espacio minero relicto y un conjunto de notable interés arqueológico-industrial, dotado además de otros atractivos añadidos, de los naturales a los paisajísticos en general.Los minerales explotados eran calaminas en superficie y blendas y galenas en profundidad se presentan en el seno de las calizas y dolomías que, de oeste a este, recorren al conjunto de La Florida, definiendo su línea de cumbres. El elevado grado de disolución interna de tales materiales, que propicia la formación de abundantes cavernas y soplaos, explica también el carácter sumamente irregular en que se presentan las mineralizaciones, lo cual ha planteado muy específicos problemas de laboreo y disfrute de las mismas.Otro tipo de explotación minera es la extracción de la sal a lo largo de marina, y que se extiende de Cabezón de la Sal, hasta Treceño y Caviedes, pasando por espumeros de escasa importancia en Roiz y la laguna en el Tejo. Su explotación por los vecinos, desde que pasó a manos de la corona en el siglo XVI, debía ser entregada a la corana a cambio de un estipendio concreto, bien en especie o en metálico.Se caracterizan por aflorar a escasa profundidad y el uso de la técnica de la sal a fuego, mediante la cual el acceso a los bancos de sal se hacía por medio de pozos verticales de entre diez y quince metros de profundidad escavados en las arcillas, por medio de una derivación regulable a voluntad , se hacía llegar a ellos una pequeña corriente de agua dulce, blue se cargaba de sal al contacto con los bancos; esta agua salobre, es el agua moria, extraída de los pozos y trasladada a calderas abiertas de gran superficie y escasa altura, llamadas tueras, y allí evaporada en hornos de leña.
(Guía del Ecomuseo, Tomo II. Caminos del Ecomuseo, Ed. Grupo de Acción Local Saja-Nansa. 2ª Edición. )
Esta información ha sido estraida de :
http://www.sajanansaenred.com/saja_nansa/gentesdesajanansa/mierosal/ampliar.php?Id_contenido=540&e=1&tipo=
Consultado el 17/01/2008
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